Busquemos un pequeño bosque, me basta un bosque mínimo,
no importa que no haya conejos, o no se encuentren búhos.
Aquí es la zona de transición de la vida hacia la muerte,
donde la muerte da a luz muchas vidas distintas.
Esta zona es dominada últimamente por los hongos,
y trabajada por diligentes lombrices de tierra.
Allí, las formas se recomponen sin cesar.
Allí, los colores y los movimientos se transmutan sin cesar.
Pero a pesar de todo, es una sola vida, el Bosque entero,
es la unidad de la vida, ya no más divisible.
Allí voy yo, preguntando,
preguntando a los hongos de múltiples formas y colores.
Los árboles corrompidos tienen ojos y las rocas musgosas tienen oídos.
Aun cuando nos sorprende un aguacero,
la tierra queda seca y ligera, huele bien, a fresca.
Aquí no hay distinción entre el mediodía y el crepúsculo.
(Una traducción tentativa por Eiko Minami)