Abriéndonos paso entre el mundo de los árboles y el mundo mineral,
Avanzamos. Subimos por la ladera norte del verano
El sendero se convertía en arroyo lodoso,
Las raíces de los árboles se desnudaban, mudándose en escaleras difíciles de subir.
El sendero se ubicaba entre el lodo y el cielo,
Y también entre la luz y la fronda,
Se mantenía entre el agua que corre y la tierra que permanece,
Y también entre el tiempo que corre y las imágenes que permanecen.
Tropezando, subimos nosotros, y cuando,
Al fin alcanzamos el terreno rocoso y seco como huesos, oliente a azufre,
El cielo se tornó luminoso, azul intenso como la noche,
Y las blancas nubes pesadas se arrastraron como animales ante nosotros.
Al contemplar la blancura le di la vuelta a mi corazón e imaginé una tempestad de invierno:
En seguida, un frío inesperado punzó nuestras mejillas.
Dentro de esa vasta vista blanca, yacían incontables soldados.
Vi también sus palabras que se helaban y se les caían de la boca, una tras otra.
(Una traducción tentativa por Eiko Minami)