En la otra costa, la occidental, queda enterrado un antiguo bosque,
Desde el último período glacial, el diluvio, el olvido y el estrato de la turba.
Ahora, todo está expuesto en los acantilados de esta orilla.
Tras haber presenciado el sol durante veinte mil años,
Y durante veinte mil años, el viento y las caídas de meteoritos,
Las raíces de los árboles, manteniendo su forma,
Alternan vagamente el dormir y el despertar.
De los acantilados rezuma el agua,
Que de vez en cuando llega a ser arroyo y agita mi corazón.
“Además, ¿qué sabemos? ¿Hasta dónde podemos progresar?”
No me imaginé nunca que pensara en este lamento de Goethe,
En esta cosa donde están esparcidas las letras en Hangeul y Ruso.
Con la transparente agua salada del las olas del mar,
Lavo una manzana herida y le muerdo.
En las sombras de las blancas y espumosas olas,
Reflejan una sonrisa serena del amor.
(Una traducción tentativa por Eiko Minami)