Siguiendo a nuestro amo, corrimos en montañas y campos, sin acobardarnos ante el bosque ni temer bestias enormes.
Nuestro amo fue un mozo, discípulo de Quirón, quien vivió de cazas,
Aprendió todos los conocimientos de Quirón y en su arte ya fue sin rival.
Un pájaro que vuela en la corriente ascendiente y uno en la espesura, el amo mató de igual flechazo,
Y el jabalí en lodo, el gato montés en rocosa montaña, el ciervo en la orilla del río, el oso en el bosque espeso, los mató con facilidad.
Un día, vimos a una mujer (divina o humana) bañándose en una fuente, su desnudez arrogante
Fue el fin.
La mujer transformó a nuestro amo en un ciervo,
Y nosotros asaltamos al amo y lo devoramos en seguida.
Nosotros, éramos cincuenta, si el ciervo se convierte en ciervo,
Ya no sabíamos que ése fue nuestro amo, ¿A dónde fue el amo?
Su nombre es Acteón.
Nosotros, nosotros solos, fuimos a la cueva de Quirón.
El viejo Quirón compadeció de nosotros e hizo una estatua de Acteón
Y nosotros los cincuenta, nos arrodillamos ante ella, y rezamos para siempre con la cabeza inclinada.
Nuestros aullidos producen eco en montañas y campos.
(Una traducción tentativa por Eiko Minami)